viernes, 27 de febrero de 2009

completo... enjoy (?)

este cuento lo habia dejado por la mitad en otra entrada...ahora lo subo porque...



Empleada modelo.

Siempre puntual con su traje azul marino, perfectamente arreglado, su peinado al estilo Marilyn Monroe, ojos pardos, tristes, parecían tan comunes y a la vez tan exentos de toda culpa que nadie se hubiera dado cuenta de lo que en su cabeza trascurría. Todos los sentimientos amontonados por la presión de la vida cotidiana, la soledad diurna a la que estaba presa todos los días, noches tras noches, llorar hasta deshidratarse, despertarse excitada, sobresaltada con sus pesadillas recurrentes y por último, dormir bajo el efecto de somníferos.
Tan normal como siempre, cabeza gacha entró en el despacho de su jefe vacío, como lo había estado hacía una semana, tomó del escritorio algunos reportes y partió hacia su cubículo, dispuesta a trabajar. Revolvió sus cabellos con la pluma fuente en su mano, su computadora estaba aun apagada y se dispuso a prenderla, abrió su cajón y vio lo que hacía algunos días tenía guardado, lo miró con ternura, sonrió por dentro y lo cerró rápidamente para que nadie pudiera verlo, era su tesoro, su secreto q nadie podía averiguar jamás.
Miró a su alrededor cómo la rutina hacía cada minuto agotador y percibió las horas sucederse. Un colega se acercó a pedirle los informes de contabilidad, y casi sin mirarlo se los entregó en mano, todo tan pacífico, todo tan natural, todo tan habitual.
El reloj de la pared blanco hueso anunciaba las 4:30 hs; faltaba media hora para ir a su desolado apartamento, su pequeño y morrudo gato estaría esperándola, junto con los programas de televisión que nunca prestaba atención. Su carta de renuncia estaba en su escritorio, la miró una y otra vez. Releía cada línea como si fuera la primera vez que lo hacía, las personas pasaban junto a ella pero no las distinguía. Estaba sola, compenetrada en sus únicos pensamientos, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, pero con rapidez femenina, limpió su rostro para que nadie pudiera darse cuenta. Pensó si alguien sospecharía, sería imposible. Había sido tan cuidadosa, no cabe ningún motivo para pensar en aquella dificultad, así que ávidamente desecho la idea. Miró de nuevo el reloj, ya era la hora, tomó sus pertenencias y celosamente abrió el cajón y dentro de un baúl pequeño guardó su tesoro junto con algunas de sus pertenencias. Caminó hacia el despacho de Alberto, dejó su renuncia sobre aquel escritorio empolvado y desocupado, sonrió y emitió una risa poco audible, pero fue acallada. Giró en sus finos tacones y salió de la empresa, se subió a un taxi y ordenó que la llevara a su casa.
Una vez allí encendió las luces, prendió su estéreo, esta vez era Pink Floyd lo que deseaba escuchar. Se sentó en su sofá y su mascota se acercó a ella y se acurrucó en su falda. Se recostó, cerró sus ojos; finalmente quedó dormida.

Un aroma extraño emanaba de aquella caja que su gato no tardó en descubrir. Con movimientos felinos se aproximó hasta voltear su contenido. Algunas lapiceras rodaron por la alfombra quedando dispersas sobre ella. Instantáneamente se despertó, el sueño no era todavía tan profundo como para no oír los silencios de su casa. Se puso de pie y se dirigió hacia el gato que rasguñaba un paquete envuelto en papel de regalo el cual goteaba un líquido espeso de olor penetrante. Lo tomó en sus manos y los recuerdos inundaron su mente, las sensaciones eran tan reales que su piel se erizó, sus manos comenzaron a temblar y se aferró más fuerte aun al envoltorio, humedeció su boca con su lengua y mordió su labio. Fue como si reviviera lo que hacía unas semanas había ocurrido. Pero esa sensación de placer pronto se esfumó y su corazón se compungió, el odio anegó todo pensamiento racional.
Caminó unos pasos hacia la cocina, prendió una hornalla y se dispuso a preparar la cena con su amado souvenir en manos, parecía que aun latía, hasta podía oírlo.
Unos momentos después, en el comedor, la mesa estaba servida para dos personas, su minino merodeaba intentando rescatar algo para comer. De la cocina trajo una bandeja hermosamente decorada, una deliciosa ensalada de guarnición junto con el platillo principal.
Tomó asiento y comenzó a disfrutar de su manjar mientras meditaba y sonreía, casi cínicamente. Alzó su copa de vino tinto y dijo: “por nuestro amor, que vivirá siempre dentro mío”. Soltó una risa y miró a su gato que la observaba.
-“no te preocupes, guardaré un poco para ti mi amor”.
Terminó de comer, miró los restos de comida, suspiró y cerró los ojos, estaba muy cansada como para lavar los platos. Fue a su dormitorio, se desvistió y se recostó. Era tiempo de ponerse al día con la novela.