martes, 7 de abril de 2009

para que golpeen.


Los poemas de Neruda.

El sol entraba fulminante por las hendijas de la cortina plástica de la ventana interrumpiendo todo aquel resabio de respeto por la privacidad. El calor molestaba sobre el cuerpo depositado sobre la cama deshecha, maltratada y tardíamente violentada. Un extraño hedor comenzó a surgir entre las sábanas, insuperables testigos mudas e inertes. Moscas linderas curiosas y hambrientas merodeaban el lugar husmeando la situación. Un vestido colgado en una silla de madera de roble oscura y elegante, parecía pedir a gritos un último uso. Pero las marcas del tiempo comenzaban a hacer mella en el ambiente. Crepusculares partículas deambulaban absortas y disimulaban su andar con extrañas volteretas producto de las filtraciones de aire, presentes por la imperfección de la estructura del lugar. El techo crujía estrepitosamente corrompiendo el silencio tortuoso y tan pacífico que resultaba inquietante. Todo parecía estar detenido en el tiempo, minúsculos movimientos imperceptibles eran los únicos capaces de perforar la calma circundante. Todo en aquella habitación se encontraba expectante, como si esperasen por contar una historia, como si esperasen que algo sucediera. Pero la verdad es que nada cambiaría, demasiadas horas se filtraron por aquellos poros ásperos, gélidos y ahora nauseabundos como para ser capaces de emitir un signo de vida, suprimida por la culpa, por el recuerdo de algo que fue y no debía ser. Su mano sujetando un libro de poesías se podía vislumbrar desde varios ángulos de la entrada. Aquella escena intacta de olvido esperaría el momento adecuado de ser descubierto. Parece algo triste de narrar pero como podría serlo, si entró en un eterno sueño leyendo poemas de Neruda.