sábado, 31 de enero de 2009

Actividad física

Plagio a Garcilazo


Estoy continuo en sudor bañado,
rompiendo el aire siempre con suspiros;
y no me avergüenza osar deciros
que he llegado por esto a tal estado,

que viéndome do estoy y lo que he andado
por el camino estrecho do he corrido
si quiero tornar al lugar de do he venido
desmayo por los minerales que he dejado;

si trotar pruebo, aquí en la plaza,
a cada paso espántame en la vía
ejemplos tristes de los que han caido.

Y sobre todo, fáltame el agua
para recuperar la vitalidad con que andar solía
por la luminosa casa que es mi sitio.

sábado, 24 de enero de 2009

mensajes desde el más allá

Me tocó alejarme de mi casa por unos seis días y tuve la necesidad imperiosa de llevar libros. Me avergoncé al encontrar ese ejemplar de Historias fantásticas de ABC envuelto en su film protector que aun conservaba de aquella vez que lo compré en esa librería/juguetería en la calle Florida. Ni bien estuve en el vehículo tuve que arrancarle ese plástico molesto porque realmente me enfurecía, pero lo dejé en mi bolso, todavía no podía leerlo con la precisión que merecía más que nada después de haberme babeado, enojado y alborotado (en el sentido que el lector quiera darle a esta palabra) tanto por Historias de amor. Requiere de todo un ritual pagano tomar un libro nuevo que compraste con tanta alegría y que por razones ajenas al ocio tuviste que dejar empolvándose en un estante para alergia de lo menos afortunados. Ya adentrada en mi estadía prematura y necesaria, comencé por un relato que se llama El perjurio de la nieve. Me interesó primeramente por lo que el autor se refiere del mismo en su introducción al compendio de cuentos, y cito: “Uno de los primeros argumentos que le conté a Borges, mientras caminábamos por la calle Ayacucho, frente de donde estaba La porteña, fue el de El perjurio de la nieve. Me dijo que era lindísimo, pero que nunca iba a poder resolverlo. Once años más tarde, durante una noche de insomnio, encontré la solución”… con un dato histórico, geográfico y bibliográfico de ese índole ¿a quién no le pica el bichote de la curiosidad? Cuando comencé a leer, uno de los personajes se llama Juan Luis Villafañe. Inmediatamente eso trajo a mi memoria un recuerdo vago, demasiado vago en ese entonces porque no recordaba de donde conocía ese nombre. Sabía, eso si, que estaba en algún libro, que era alguien relacionado con la literatura pero ¿de qué obra y en calidad de qué? Me reconfortaba saber que debía de ser algo que haya leído en la brevedad porque tenía el recuerdo demasiado fresco. Un problema que surgió fue que hacía pocos días había terminado de leer Amadis de gaula y los que tuvieron la suerte de leerlo sabrán que la cantidad de nombres, apodos, apellidos, sobrenombres y demases que tiene ese libro es infinita, complicada y demasiado familiar. Así que cerré los ojos e hice fuerza para que mis neuronas se movieran (si es que se mueven) más rápido de lo normal para poder acordarme, para poder encontrar esa información que la tenía en la punta de la lengua (como siempre pasa) pero que no te sale, está ahí, la verías si tuvieras un espejo pero la desgracia se esconde y se ríe de vos. Ya desilusionada e indignada conmigo misma, dejé de intentar recordar y es en ese momento cuando todo se aclara, todo es más fácil y hasta la vida es mas linda: el momento en que te acordás. Villafañe era el autor de esos pequeños cuentos que leí no hace más de un mes en ese libro que recopilaba autores de distintas nacionalidades, el cual adquirí en Parque Rivadavia. Me asombre de la coincidencia, me dije que era algo del destino (cosa de mandinga), era como si Bioy me estuviera mandando un mensaje desde el más allá, algo confuso y misterioso, como si me dijera “este es el camino”. Mi pecho se lleno de orgullo y vanidad. A MI Bioy me mandaba un mensaje, a MI me lo decía a través de sus obras, YO era la elegida.
Una vez en mi casa, busque el otro libro para comparar el nombre del Autor/Personaje que tanta satisfacción me había traído, para verlo con mis propios ojos y gran sorpresa me llevé al darme cuenta que en realidad se llamaba Javier Villafañe.

domingo, 11 de enero de 2009

Erô toû daímonos


Es de noche, y necesito estar despierta. Dormir no, no quiero. Pero inevitablemente me acuesto en la cama. Es preciso, debo hacerlo... Solo dormir, nada más. Oscuridad total dentro de los párpados. Pero...
Comienzo a dibujarte bajo las sábanas, te construyo con pedazos de recuerdo (mayólica de amor ausente), te invento contornos nuevos. Así estoy menos sola. Entonces, abrazo tu invisibilidad, es decir, lo que solés ser. Me enredo en las sábanas. No es lo mismo, no es nada en realidad. Me decís "amor": ya estoy soñando...

texto robado

Me tomo una licencia para subir un cuento breve que leí la otra noche y me pareció hermoso y muy bien narrado, no solo por la simpleza sino por lo compacto y tan bien explicado... pero bueno acá va.



Los ancianos fieles

—Otra vez ha entrado el mariposón —dijo la abuela—. Voy a espantarlo como todas las noches.
El mariposón volaba alrededor de una lámpara. Los nietos salieron del cuarto. La abuela cerró la puerta con llave y bajó las celosías de las ventanas. El mayor de los nietos se escondió para ver cómo la abuela espantaba al mariposón.
Y vio al mariposón caminando por el espejo de la cómoda, quitarse las alas y sentarse en una silla. Y vio a la abuela abrir el armario y sacar unos bigotes, un sombrero y un frac.
El mariposón sentado en la silla era un hombre desnudo y se vistió poniéndose de pie los bigotes, el frac y el sombrero.
Y vio a la abuela sacar de una gaveta del armario unas trenzas y un traje de novia. La vio desnudarse y vestirse poniéndose las trenzas y el traje de novia. Y vio a los abuelos como estaban en el retrato del comedor, sonriéndose en un marco dorado. Después los vio volando, tomados del brazo, besándose, dando vueltas alrededor de la lámpara.

Javier Villafañe