martes, 7 de abril de 2009

para que golpeen.


Los poemas de Neruda.

El sol entraba fulminante por las hendijas de la cortina plástica de la ventana interrumpiendo todo aquel resabio de respeto por la privacidad. El calor molestaba sobre el cuerpo depositado sobre la cama deshecha, maltratada y tardíamente violentada. Un extraño hedor comenzó a surgir entre las sábanas, insuperables testigos mudas e inertes. Moscas linderas curiosas y hambrientas merodeaban el lugar husmeando la situación. Un vestido colgado en una silla de madera de roble oscura y elegante, parecía pedir a gritos un último uso. Pero las marcas del tiempo comenzaban a hacer mella en el ambiente. Crepusculares partículas deambulaban absortas y disimulaban su andar con extrañas volteretas producto de las filtraciones de aire, presentes por la imperfección de la estructura del lugar. El techo crujía estrepitosamente corrompiendo el silencio tortuoso y tan pacífico que resultaba inquietante. Todo parecía estar detenido en el tiempo, minúsculos movimientos imperceptibles eran los únicos capaces de perforar la calma circundante. Todo en aquella habitación se encontraba expectante, como si esperasen por contar una historia, como si esperasen que algo sucediera. Pero la verdad es que nada cambiaría, demasiadas horas se filtraron por aquellos poros ásperos, gélidos y ahora nauseabundos como para ser capaces de emitir un signo de vida, suprimida por la culpa, por el recuerdo de algo que fue y no debía ser. Su mano sujetando un libro de poesías se podía vislumbrar desde varios ángulos de la entrada. Aquella escena intacta de olvido esperaría el momento adecuado de ser descubierto. Parece algo triste de narrar pero como podría serlo, si entró en un eterno sueño leyendo poemas de Neruda.

viernes, 27 de febrero de 2009

completo... enjoy (?)

este cuento lo habia dejado por la mitad en otra entrada...ahora lo subo porque...



Empleada modelo.

Siempre puntual con su traje azul marino, perfectamente arreglado, su peinado al estilo Marilyn Monroe, ojos pardos, tristes, parecían tan comunes y a la vez tan exentos de toda culpa que nadie se hubiera dado cuenta de lo que en su cabeza trascurría. Todos los sentimientos amontonados por la presión de la vida cotidiana, la soledad diurna a la que estaba presa todos los días, noches tras noches, llorar hasta deshidratarse, despertarse excitada, sobresaltada con sus pesadillas recurrentes y por último, dormir bajo el efecto de somníferos.
Tan normal como siempre, cabeza gacha entró en el despacho de su jefe vacío, como lo había estado hacía una semana, tomó del escritorio algunos reportes y partió hacia su cubículo, dispuesta a trabajar. Revolvió sus cabellos con la pluma fuente en su mano, su computadora estaba aun apagada y se dispuso a prenderla, abrió su cajón y vio lo que hacía algunos días tenía guardado, lo miró con ternura, sonrió por dentro y lo cerró rápidamente para que nadie pudiera verlo, era su tesoro, su secreto q nadie podía averiguar jamás.
Miró a su alrededor cómo la rutina hacía cada minuto agotador y percibió las horas sucederse. Un colega se acercó a pedirle los informes de contabilidad, y casi sin mirarlo se los entregó en mano, todo tan pacífico, todo tan natural, todo tan habitual.
El reloj de la pared blanco hueso anunciaba las 4:30 hs; faltaba media hora para ir a su desolado apartamento, su pequeño y morrudo gato estaría esperándola, junto con los programas de televisión que nunca prestaba atención. Su carta de renuncia estaba en su escritorio, la miró una y otra vez. Releía cada línea como si fuera la primera vez que lo hacía, las personas pasaban junto a ella pero no las distinguía. Estaba sola, compenetrada en sus únicos pensamientos, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, pero con rapidez femenina, limpió su rostro para que nadie pudiera darse cuenta. Pensó si alguien sospecharía, sería imposible. Había sido tan cuidadosa, no cabe ningún motivo para pensar en aquella dificultad, así que ávidamente desecho la idea. Miró de nuevo el reloj, ya era la hora, tomó sus pertenencias y celosamente abrió el cajón y dentro de un baúl pequeño guardó su tesoro junto con algunas de sus pertenencias. Caminó hacia el despacho de Alberto, dejó su renuncia sobre aquel escritorio empolvado y desocupado, sonrió y emitió una risa poco audible, pero fue acallada. Giró en sus finos tacones y salió de la empresa, se subió a un taxi y ordenó que la llevara a su casa.
Una vez allí encendió las luces, prendió su estéreo, esta vez era Pink Floyd lo que deseaba escuchar. Se sentó en su sofá y su mascota se acercó a ella y se acurrucó en su falda. Se recostó, cerró sus ojos; finalmente quedó dormida.

Un aroma extraño emanaba de aquella caja que su gato no tardó en descubrir. Con movimientos felinos se aproximó hasta voltear su contenido. Algunas lapiceras rodaron por la alfombra quedando dispersas sobre ella. Instantáneamente se despertó, el sueño no era todavía tan profundo como para no oír los silencios de su casa. Se puso de pie y se dirigió hacia el gato que rasguñaba un paquete envuelto en papel de regalo el cual goteaba un líquido espeso de olor penetrante. Lo tomó en sus manos y los recuerdos inundaron su mente, las sensaciones eran tan reales que su piel se erizó, sus manos comenzaron a temblar y se aferró más fuerte aun al envoltorio, humedeció su boca con su lengua y mordió su labio. Fue como si reviviera lo que hacía unas semanas había ocurrido. Pero esa sensación de placer pronto se esfumó y su corazón se compungió, el odio anegó todo pensamiento racional.
Caminó unos pasos hacia la cocina, prendió una hornalla y se dispuso a preparar la cena con su amado souvenir en manos, parecía que aun latía, hasta podía oírlo.
Unos momentos después, en el comedor, la mesa estaba servida para dos personas, su minino merodeaba intentando rescatar algo para comer. De la cocina trajo una bandeja hermosamente decorada, una deliciosa ensalada de guarnición junto con el platillo principal.
Tomó asiento y comenzó a disfrutar de su manjar mientras meditaba y sonreía, casi cínicamente. Alzó su copa de vino tinto y dijo: “por nuestro amor, que vivirá siempre dentro mío”. Soltó una risa y miró a su gato que la observaba.
-“no te preocupes, guardaré un poco para ti mi amor”.
Terminó de comer, miró los restos de comida, suspiró y cerró los ojos, estaba muy cansada como para lavar los platos. Fue a su dormitorio, se desvistió y se recostó. Era tiempo de ponerse al día con la novela.

sábado, 31 de enero de 2009

Actividad física

Plagio a Garcilazo


Estoy continuo en sudor bañado,
rompiendo el aire siempre con suspiros;
y no me avergüenza osar deciros
que he llegado por esto a tal estado,

que viéndome do estoy y lo que he andado
por el camino estrecho do he corrido
si quiero tornar al lugar de do he venido
desmayo por los minerales que he dejado;

si trotar pruebo, aquí en la plaza,
a cada paso espántame en la vía
ejemplos tristes de los que han caido.

Y sobre todo, fáltame el agua
para recuperar la vitalidad con que andar solía
por la luminosa casa que es mi sitio.

sábado, 24 de enero de 2009

mensajes desde el más allá

Me tocó alejarme de mi casa por unos seis días y tuve la necesidad imperiosa de llevar libros. Me avergoncé al encontrar ese ejemplar de Historias fantásticas de ABC envuelto en su film protector que aun conservaba de aquella vez que lo compré en esa librería/juguetería en la calle Florida. Ni bien estuve en el vehículo tuve que arrancarle ese plástico molesto porque realmente me enfurecía, pero lo dejé en mi bolso, todavía no podía leerlo con la precisión que merecía más que nada después de haberme babeado, enojado y alborotado (en el sentido que el lector quiera darle a esta palabra) tanto por Historias de amor. Requiere de todo un ritual pagano tomar un libro nuevo que compraste con tanta alegría y que por razones ajenas al ocio tuviste que dejar empolvándose en un estante para alergia de lo menos afortunados. Ya adentrada en mi estadía prematura y necesaria, comencé por un relato que se llama El perjurio de la nieve. Me interesó primeramente por lo que el autor se refiere del mismo en su introducción al compendio de cuentos, y cito: “Uno de los primeros argumentos que le conté a Borges, mientras caminábamos por la calle Ayacucho, frente de donde estaba La porteña, fue el de El perjurio de la nieve. Me dijo que era lindísimo, pero que nunca iba a poder resolverlo. Once años más tarde, durante una noche de insomnio, encontré la solución”… con un dato histórico, geográfico y bibliográfico de ese índole ¿a quién no le pica el bichote de la curiosidad? Cuando comencé a leer, uno de los personajes se llama Juan Luis Villafañe. Inmediatamente eso trajo a mi memoria un recuerdo vago, demasiado vago en ese entonces porque no recordaba de donde conocía ese nombre. Sabía, eso si, que estaba en algún libro, que era alguien relacionado con la literatura pero ¿de qué obra y en calidad de qué? Me reconfortaba saber que debía de ser algo que haya leído en la brevedad porque tenía el recuerdo demasiado fresco. Un problema que surgió fue que hacía pocos días había terminado de leer Amadis de gaula y los que tuvieron la suerte de leerlo sabrán que la cantidad de nombres, apodos, apellidos, sobrenombres y demases que tiene ese libro es infinita, complicada y demasiado familiar. Así que cerré los ojos e hice fuerza para que mis neuronas se movieran (si es que se mueven) más rápido de lo normal para poder acordarme, para poder encontrar esa información que la tenía en la punta de la lengua (como siempre pasa) pero que no te sale, está ahí, la verías si tuvieras un espejo pero la desgracia se esconde y se ríe de vos. Ya desilusionada e indignada conmigo misma, dejé de intentar recordar y es en ese momento cuando todo se aclara, todo es más fácil y hasta la vida es mas linda: el momento en que te acordás. Villafañe era el autor de esos pequeños cuentos que leí no hace más de un mes en ese libro que recopilaba autores de distintas nacionalidades, el cual adquirí en Parque Rivadavia. Me asombre de la coincidencia, me dije que era algo del destino (cosa de mandinga), era como si Bioy me estuviera mandando un mensaje desde el más allá, algo confuso y misterioso, como si me dijera “este es el camino”. Mi pecho se lleno de orgullo y vanidad. A MI Bioy me mandaba un mensaje, a MI me lo decía a través de sus obras, YO era la elegida.
Una vez en mi casa, busque el otro libro para comparar el nombre del Autor/Personaje que tanta satisfacción me había traído, para verlo con mis propios ojos y gran sorpresa me llevé al darme cuenta que en realidad se llamaba Javier Villafañe.

domingo, 11 de enero de 2009

Erô toû daímonos


Es de noche, y necesito estar despierta. Dormir no, no quiero. Pero inevitablemente me acuesto en la cama. Es preciso, debo hacerlo... Solo dormir, nada más. Oscuridad total dentro de los párpados. Pero...
Comienzo a dibujarte bajo las sábanas, te construyo con pedazos de recuerdo (mayólica de amor ausente), te invento contornos nuevos. Así estoy menos sola. Entonces, abrazo tu invisibilidad, es decir, lo que solés ser. Me enredo en las sábanas. No es lo mismo, no es nada en realidad. Me decís "amor": ya estoy soñando...

texto robado

Me tomo una licencia para subir un cuento breve que leí la otra noche y me pareció hermoso y muy bien narrado, no solo por la simpleza sino por lo compacto y tan bien explicado... pero bueno acá va.



Los ancianos fieles

—Otra vez ha entrado el mariposón —dijo la abuela—. Voy a espantarlo como todas las noches.
El mariposón volaba alrededor de una lámpara. Los nietos salieron del cuarto. La abuela cerró la puerta con llave y bajó las celosías de las ventanas. El mayor de los nietos se escondió para ver cómo la abuela espantaba al mariposón.
Y vio al mariposón caminando por el espejo de la cómoda, quitarse las alas y sentarse en una silla. Y vio a la abuela abrir el armario y sacar unos bigotes, un sombrero y un frac.
El mariposón sentado en la silla era un hombre desnudo y se vistió poniéndose de pie los bigotes, el frac y el sombrero.
Y vio a la abuela sacar de una gaveta del armario unas trenzas y un traje de novia. La vio desnudarse y vestirse poniéndose las trenzas y el traje de novia. Y vio a los abuelos como estaban en el retrato del comedor, sonriéndose en un marco dorado. Después los vio volando, tomados del brazo, besándose, dando vueltas alrededor de la lámpara.

Javier Villafañe

sábado, 26 de julio de 2008

Sociedad de consumo

Me preparaba para un nuevo día.
Salí al patio -buscaba ropa tendida-,
y te vi, querido amigo.
Te vi abandonado en el pasto;
estabas inerte, frío.
No dormías, no, ¿o sí?,
¿desde qué punto de vista verlo?
La pérdida de un ser querido
no se explica,
se la llora, se la putea.
Me arrodillé en el suelo helado
y te abracé. Recordé el pasado,
aquellas tardes en las que,
mate+trabajo de por medio,
disfrutaba de tu aprecio.
Lloré sobre tu pelo,
lloré sobre pañuelos,
sobre la tierra que luego
cubrió tus huesos.
Lloré mucho por tu ausencia...
hasta que compramos otro perro.

jueves, 17 de julio de 2008

La niña que no podía llorar.

Isabel nació callada, no grito ni pataleó como solemos hacer todos cuando nacemos. Tan pequeña y tan misteriosa, era una incógnita para todos aquellos que pasaban un tiempo con ella. Madrina la llenaba de obsequios, muñecas hermosas casi de su altura, con bellos vestidos de todos los colores posibles adornados con los moños más grandes que se hayan visto. Las traía de Europa cada 2 meses, magníficas muñecas con rostro de porcelana que si no fuese por su textura suave y fría, uno pensaría que son de verdad. Pero en realidad Madrina tenía miedo de Isabel, era una niña pálida en todo momento, sin expresiones. Lo único que denotaba vitalidad era el rojo de sus labios. Jugaba en silencio con sus muñecas, Madrina la espiaba a veces para ver si Isabel hablaba con ellas y efectivamente lo hacía. Largas charlas mantenía con sus juguetes, los temas abarcaban todo tipo de discusiones filosóficas. Conversaciones acerca de la moral, la verdad, la vida y la muerte, le belleza y la fealdad. Un día en el patio salió con su tropel de muñecas a charlar como de costumbre y una de ellas cayó de su cochecito de plástico y se estrelló súbitamente contra la cerámica del suelo, la cabeza se partió en varios pedazos. La pobre muñeca quedo desfigurada ya sin arreglo porque no es posible pegar la porcelana sin que se noten las rajaduras. Madrina sabía que esa muñeca era la especial, tal vez por su extraño parecido con Isabel, ese detalle la convertía en la consentida entre la gran cantidad. Era la que más peinaba, las que dormía junto a ella acomodada sobre la almohada y la que acompañaba a la niña casi en todo momento, menos cuando Isabel se bañaba, tal vez por pudor a que la viera desnuda, pero si estaba Isabel en algún lugar la muñeca estaba allí, mientras merendaba, mientras escuchaba la radio. La acompañaba en las clases particulares, la muñeca oía con sus oídos falsos todo cuanto a la niña se le dijese.
Al verla partida y deformada Isabel quedó inmóvil con la mirada fija en la muñeca amorfa. Madrina estaba preparada para ir a reconfortarla, sería aquella la primera vez que la vería llorar, Isabel no lloraba nunca. Ningún golpe o raspadura hizo que de sus ojos brotaran lágrimas, cuando un niño llora puede ser lo más insoportable de oír pero en el caso de Isabel todos querían oírla llorar, que demostrase dolor o felicidad. Madrina pensó que ese sería el momento propicio para que lo haga, después de todo pasaba más tiempo charlando con esa dichosa muñeca que con cualquier otra persona. Pero se llevó una gran sorpresa cuando Isabel pateó la muñeca hacia un costado entre unas macetas que adornaban el patio, se sentó y sacó un cepillo del bolsillo de su vestido, tomó otra muñeca (una rubia), comenzó a peinarla y continuó con su conversación “- Como le comentaba a tu hermana, hoy en día es muy difícil saber cuando uno está realmente despierto, ¿nunca te pasó que…”

martes, 8 de julio de 2008

A cualquiera le pasa

Las palabras
se han gastado.
La palabra
palabra
se ha gastado.
Esta idea
también
(¿qué idea?, si aquí no hay nada).
Pierden materia
cada vez
más rápido.
Perecen,
uno a uno,
los significantes
supervalorados.
Y ni hablar de
los significados:
están en peor condición
desde hace tiempo.
Cuando nos damos cuenta
de ello,
ya todos se han ido
del teatro:
hemos llegado tarde
al espectáculo.
Otra vez,
pagaste la entrada-palabra
en vano.
De nuevo,
te molestaste
en escribir
signos de niebla,
obsoletos signos,
prostitutos signos.

jueves, 3 de julio de 2008

Adiós a una amiga desconocida.

Pues esto sucede cuando Tensión está a cargo de manos inescrupulosas, personas que nos les importa hacer sufrir a un individuo, dejarlo a mitad de la soledad y la noche taciturna. Resulta que uno se siente desamparado, sin lazos, sin raíces y sin manos. Pasar la noche en vela se ha vuelto costumbre y la humedad de mis ojos lastima mis párpados. Lloro en silencio por quien ya no está conmigo, aquella que implotó y de forma subrepticia desapareció. No me di cuenta de lo importante que eras hasta que no te tuve más y ese olor putrefacto comenzó a emanar desde tus adentros. "Perdón" es lo único que puedo decir, perdón por no prestarte atención, por no apagarte cuando tuve que hacerlo. Claro, ahora puedo ir a cualquier Compumundo y comprar otra pero ochenta mangos es demasiado. Mejor sigo usando las máquinas de la facultad. Adiós, fuente de mi computadora. Te extrañaré

domingo, 22 de junio de 2008

Con todo respeto, pero...

Prefiero no reventar


Eso,
que está ahí,
en el monte Olimpo
o más allá del Himalaya.
Eso,
que no come ni bebe
ni ve ni escucha ni huele ni degusta,
que no tiene pellejo.
Eso,
que no tiene barba blanca o roja o negra
ni barba,
y que no se viste de blanco
porque no tiene cuerpo del cual avergonzarse.
Eso,
que siempre deja el contestador activado
("Usted se ha comunicado con
la oficina de Jehová.
Por favor, deje su mensaje
después de la señal.
El Señor, oportunamente,
le devolverá el llamado").
Eso,
que pretende hacernos creer
que nos ama
y que nos obliga a amarlo y respetarlo,
en la salud como en la enfermedad,
hasta que la muerte nos una con él.
Eso,
que nos juzga
con pesado ojo,
que nos condena
por ser humanos.
Eso,
al que recurrimos
cuando la justicia de los hombres
no alcanza
ni tampoco la fe puesta en ellos.
Eso,
que sólo vive en el superconciente colectivo,
que propició/a guerras y dividió/e pueblos,
que no se inmuta por el hambre
o la pobreza
o lo que sea,
y nos vive matando.
Eso,
para mí,
no existe de hecho
sino de palabra.

sábado, 21 de junio de 2008

Donuts

A Stephen Hawkins
“¿Quién me manda a hacer esto?”, masculla en un inglés idiosincrásico. Su fachada: una amplia y ensayada sonrisa de televisión. La misma que le devuelve diariamente su fotografía en el marco barato del “Empleado del Mes”. Ojos café que dan una falsa sensación de terrena finitud y limitada materialidad. El interior es algo menos confortable. Pero funcional. -Una tras otra, pasan-. Oye sin escuchar, y sin sonido. -A su módico entendimiento, aparecen salidas de la nada-. Se pasa constantemente la mano por una cara lampiña cubierta de acné. No le preocupa, tiene otras. Revisa el guión una vez más. Tiene su firma debajo. Subrepticiamente, para que su supervisor no lo amoneste, (hay clientes que atender) introduce algunos cambios. Golpe seco. El supervisor cae muerto. Nadie parece notarlo, es casi como si no existiera. Todavía. Se acaricia la incipiente barba. Maldice la manga: se ha atorado de nuevo. Ríe. “El Universo tendrá que prescindir de la jalea de frambuesa”, dice. Nadie parece escucharlo. Nadie parece entender. Nadie parece. Llega un eco lejano, agudo, cordial, imperativo. Se sobresalta. No lo tenía previsto. Rápida, desordenadamente, agarra con una mano arrugada y trémula media docena de donas de frambuesa. Caen caóticamente dentro de la bolsa de papel ordinario en una cifra que otros intentarán develar. Caen y chocan. Chocan y todo. Escapa a refugiarse en la Nada, ya fatalmente marginal: ha creado un Universo.

domingo, 15 de junio de 2008

Týrannos

Aquí está nuestro Señor,
el omnipotente.
Infinitos tributos
le damos.
Infinitas tristezas
nos provee.

Sus grandes hordas,
compuestas por diminutos soldados,
nos persiguen,
nos corren,
nos apuran,
retrasan,
y vuelven a apurar.
Nos hacen vivir,
nos hacen morir.

Él, siempre cómodo
en el trono
que por Él colocamos
en nuestras mentes,
observa su imperio,
complacido de su trabajo
(que, en realidad,
es el nuestro).
¿Qué podemos esperar
de un Emperador-Idea
que tiene por corazón
un reloj?
Solo un sonido repetido:
tic-tac, tic-tac.

jueves, 12 de junio de 2008

Funciones

Un haz de luz delató el polvo en el aire del viejo bar y fue a posarse en la calma superficie del café recién servido. Detective fijó su vista en él por un segundo. Punto exacto de convergencia con Traidor, sentado del otro lado de la pequeña mesa. La cafeína obligatoria y la charla no habían bastado para infundir a la mañana la carga de rutina y convencionalidad que los alimentaba, y que, tenían el secreto convencimiento –y tranquilidad-, hacía funcionar al Mundo. Un gesto, previsible, pidió la cuenta. Traidor agarró su sobretodo y sonrió cuando Detective acomodó, suficiente, el cuello de su Perramus camino a la salida. El vaivén de la pesada puerta de madera marcó por unos momentos un tempo que, respetuosos del Cosmos, Detective y Traidor siguieron escrupulosamente. El viejo Morris chirrió con la brusca acelerada pero respondió bien a la exigencia mecánica y al ruego amable del pedal, y Detective hizo un gesto ininteligible para todos excepto para Traidor. Muchos años contaban ya.
Orgullo y afecto.

El arma se impacientaba en su bolsillo izquierdo.

Advirtieron la radio sólo cuando la voz metálica y expeditiva transmitió una información extrañamente conocida. El auto, la calle, el barrio, se generaron entonces sólo para ser percibidos por aquellos que, hasta entonces, se habían ocupado en sus propios Universos. Espacio compartido ad hoc que, cada día, se esforzaban por fortalecer. Traidor encendió un ceniciento cigarrillo, y ofreció uno a Detective, que aceptó tras un momento de vacilación. Reminiscencia de aquella noche en la que había sido señalado por primera vez. Pero ya no vendrían a buscarlo. Justificaban la modesta esfera de mundo que construían a su alrededor, cada ruido de las gastadas ruedas del Morris golpeando con los adoquines de una calle tiempo hacía pavimentada, cada fachada antigua que negaba sus propias ruinas. No veían más que la escenografía, el punto de fuga, la noche cerrada, la luna esperable tras el techo del auto.

Gastada ya su empuñadura por el uso y los años, aún se sentía capaz de servir. Siempre lo hacía.

Se reconocían en la memoria del otro. Allí se construían, se moldeaban, conocían el mundo. El aviso de la Central había sido preocupante. Detective, consciente de ser el Héroe, tenía tan firmemente agarrado a su destino como al gran volante de madera, una vez brillante. Traidor, desde el remoto y ficcional asiento del Acompañante procuraba conseguir la suficiente entidad propia como para cumplir con su Objetivo. Iba constituyéndose lenta y pacientemente a partir del discurso de Detective, sucesión de anécdotas lejanas que, por repetidas, terminaban por ser ciertas. Aventuras de Aquellos Tiempos que convenía creer, vínculo al que debían aferrarse. Como a un rompecabezas, se rearmaba desde una memoria tan propia como común y ajena.
Tras de sí, la Ciudad se desdibujaba en una niebla oportuna.

Escena del Crimen estaba tranquila Esa Noche. Todas las noches. Detective, Traidor y sendas Colt apresuraron su marcha, y la secuencia lo agradeció. Detective apagó las luces del auto, hizo un cierto gesto y se aparcaron bajo el aura mortecina de un tétrico farol. Bajaron despacio, silenciosamente, quizás buscando tomarse por sorpresa. Rodearon Escena del Crimen como los años y varios Compañeros muertos les habían enseñado. Detective, siguiendo un imperativo tácito, entró adelantándose a Traidor. El Héroe es el primero en vulnerar las murallas.

El piso de cemento estaba húmedo. Había llovido, y Detective, al mirar al techo, advirtió varias chapas faltantes. La luz que alcanzaba a colarse por los espacios vacíos dibujaba un patrón que Detective no vio, o simplemente no quiso interpretar. Siempre fue un ingenuo. Pero Esta Noche se acaba todo. Detective avanza seguro de sí, o de lo que le ha tocado ser. Pero, solo, no sería el Héroe. Siempre hace falta un Oponente. No habría relato sin Villano. Paso al frente.

Detective y Traidor quedaron opuestos por un espacio de luna. Silencio ritual, necesario para comprender. Héroe ya no se molestaba en sorprenderse, Villano no necesitaba hacerlo. Pero El Momento había llegado. Acabado el Viaje, debía cada uno hacerse cargo de su lugar en la obra. Obedeciendo antiguas reglas, intercambiaron las armas. Palabras. Recuerdos. Representaciones. Las Colt brillaron bajo los ojos cansados del Bueno y el Malo.
Disparo.
Estúpido.
Detective cae.
El relato se desmorona.

miércoles, 11 de junio de 2008

¿cómo te parece que termina?

EMPLEADA MODELO.

Siempre puntual con su traje azul marino, perfectamente arreglado, su peinado al estilo Marilyn Monroe, ojos pardos, tristes, parecían tan comunes y a la vez tan exentos de toda culpa que nadie se hubiera dado cuenta de lo que en su cabeza trascurría. Todos los sentimientos amontonados por la presión de la vida cotidiana, la soledad diurna a la que estaba presa todos los días, noches tras noches, llorar hasta deshidratarse, despertarse excitada sobresaltada con sus pesadillas recurrentes y por último, dormir bajo el efecto de somníferos. Tan normal como siempre, cabeza agacha entró en el despacho de su jefe vacío, como lo había estado hacía una semana, tomó del escritorio algunos reportes y partió hacia su cubículo, dispuesta a trabajar. Revolvió sus cabellos con la pluma fuente en su mano, su computadora estaba aún apagada y se dispuso a prenderla, abrió su cajón y vio lo que hacía algunos días tenía guardado, lo miró con ternura, sonrió por dentro y lo cerró rápidamente para que nadie pudiera verlo, era su tesoro, su secreto que nadie podía averiguar jamás. Miró a su alrededor como la rutina hacía cada minuto agotador y percibió las horas sucederse. Un colega se acercó a pedirle los informes de contabilidad, y casi sin mirarlo se los entregó en mano, todo tan pacífico, todo tan natural, todo tan habitual. El reloj de la pared blanco hueso anunciaba las 4:30 hs; faltaba media hora para ir a su desolado apartamento, su pequeño y morrudo gato estaría esperándola, junto con los programas de televisión que nunca prestaba atención. Su carta de renuncia estaba en su escritorio, la miró una y otra vez. Releía cada línea como si fuese la primera vez que lo hacía, las personas pasaban junto a ella pero no las distinguía. Estaba sola, compenetrada en sus únicos pensamientos, sus ojos comenzaron a llenarse de lagrimas, pero con rapidez femenina, limpio su rostro para que nadie pudiera darse cuenta. Pensó si alguien sospecharía, sería imposible. Había sido tan cuidadosa, no cabe ningún motivo para pensar en aquella dificultad, así que ávidamente desecho la idea. Miró de nuevo el reloj, ya era la hora, tomó sus pertenencias y celosamente abrió el cajón y dentro de un baúl pequeño guardo su tesoro junto con algunas de sus pertenencias. Caminó hacia el despacho de su actual ex jefe, dejó su renuncia sobre aquel escritorio empolvado y desocupado, sonrió y emitió una risa poco audible, pero fue acallada. Giró en sus finos tacones y salió de la empresa, se subió a un taxi y ordenó que la llevara a su casa.Una vez allí encendió las luces, predió su estereo, esta vez era Pink Floyd lo que deseaba escuchar. Se sentó en su sofá y su mascota se acercó a ella y se acurrucó en su falda. Se recostó, cerró sus ojos; finalmente quedó dormida.

en mi próxima entrada pongo el final, pero mientras tanto, ¿cómo te parece que termina?te simpatiza la protagonista? te parece aburrido o te intriga el final?

martes, 10 de junio de 2008

[Sin título]

Sos el vidrio empañado,
la niebla,
la bruma,
la tormenta de arena.
La cerradura
es demasiado pequeña:
no caben llaves
ni pupilas.

Sólo te volvés
perceptible
cuando hablás.
La sombra parlante
aparece un segundo,
un segundo aparece:
la sombra callada
hace nacer al Tiempo.
Pero...
tu cuerpo se deshace en el sonido,
el sonido se pierde en sí mismo.
Sólo queda de vos
una huella de miedo,
de nuevo, manifiesta,
que no se desvanece.

De cómo dar el ejemplo a partir de frases inconexas que se pretenden texto

a) "que sea golpe a golpe y verso a verso" polifonía en tercer nivel de degradeción: Serrat que lo toma (ni siquiera como cita textual) de Machado. Fernando toma a Serrat.

b) "Aunque los franceses sean todos putos, el gobierno está mal con el campo": el subordinante es lo único que conecta dos proposiciones sin tópico de discurso común. Ni siquiera hay una unidad desde el punto de vista de la selección léxica.
"Las tragicomedias se estrenan todos los días, y aunque la siembra sea constante, la cosecha es un hecho aislado realizado por un personaje en concreto entre los muchos posibles".

c) Cómo contradecirse en un mismo texto sin morir en el intento:
"El fruto obtenido depende del decorado ocasional y, no en menor medida, de los espectadores."
"El ámbito, llámese teatro, plaza publica o vida "real" es, a diferencia de lo que se puede llegar a creer, indistinto, no influye significativamente al momento de recoger la siembra."
"El punto clave a tener en cuenta es el clima."
Este texto juega con eso, diría alguien cuyo nombre no quiero acordarme.

d) Uso referencial identificativo: "tu nombre se parece a la aridez". Aquí, el autor de la "obra" ha introducido un referente extratextual, al cual no ha fijado en todo el texto ni volverá a tomar y que incluso ha tratado de borrar totalmente cuando declaró que el receptor puede ser intencionado o no.

e)Ira aclara el significado de disconformidad, cual sinónimos.

f)Tiempo de hoy:
"Un ambiente frío, dará por resultado una inestable angustia con tintes de melancolía." Chaparrones aislados (en el sur de la provincia).

domingo, 8 de junio de 2008

Eclipse

“Everything under the Sun is in tune
but the Sun is eclipsed by the Moon”

(Roger Waters)

Luz. Clara. Diáfana. Lo acribillaba desde el cielo, subyugando sus restos mortales a la luna. Sumiso, el césped suave se doblaba bajo el peso descomunal de una especie en decadencia. Un sabor amargo llenó su boca cuando recordó las primeras ilusiones, el creerse con una Eternidad por delante. Ya no recordaba quién se lo había dicho, apenas si era ahora una mueca sardónica a sí mismo lo que en otros tiempos había sido amor, odio, Humanidad.
Miró a su alrededor, paranoico, temeroso de los otros lobos. Tragó saliva trabajosamente. Lo reconfortó recordar que ya no era un hombre. Su Verdad lo había salvado. Es decir, estaba a resguardo de la devastación, lo que no podía ser sino por el (re-)descubrimiento de aquella vieja Certeza con la que había jugado desde que podía recordar, pero que poco hacía desde que había sido obligado a tomarla en serio. Dedicó un afilado pensamiento a los comerciantes de Ideas, a los que, en aquel lejano Mundo, trocaban Destinos por vidriecitos de colores. Brillantes unos, opacos otros. ¡Cuánto le gustaban! Aunque no quiso pensar si aquel otro sería él todavía, se aseguró (y con él, se lo aseguró también a Ella, mientras durara su regencia omnividente) que no cambiaría su presente por seductoras ilusiones multicolores, que otros habrían matado por obtener y a las que entregarse.
Millones de Universos se generaban en él, tal era la fuerza con que se gestaban sus ideas. Cada Universo, sin embargo, era destruido con humano placer, y divina misericordia. Una dialéctica cuya síntesis era la Nada, y en la que tesis y antítesis se habían hastiado la una de la otra. Aquellos modestos Apocalipsis lo mantenían vivo, y más aún ahora que ya no le disparaban tanto. El diminuendo celeste había comenzado (y esto le era un alivio), pero le preocupaba no haber advertido el momento exacto. Vestigios de moribunda humanidad, pensamiento afanosamente buscando lo discreto.
Decir, hacer y, finalmente, ser. En él, la performatividad del lenguaje había llegado a provocar la identidad mente-mundo. El Universo, su Universo no era sólo contenido de conciencia, pero lo había sido. Estricta materialidad surgida de la exteriorización de sí, mediante un lenguaje ininteligible (pues estaba más allá de la mera razón) hacía de la articulación expresión-contenido la concreción de Realidades en las que se complacía en habitar. Así había sido, por lo menos, antes de que la luz atravesara su cuerpo. De alguna forma, había comenzado a degradarse, en el peor de los sentidos: el fatalmente ontológico. Algún resto flotante de Humanidad lo había contaminado, limitando su existencia, su pensamiento y transformándolo en paradigma del fracaso. Pero…tanto tiempo atrás había sido aquello que ni se molestaba en evocar nostálgicamente sus días de gloria. Le dolía darse cuenta de que quizás nunca hubieran existido. Irreverente de sí mismo, sentía el primitivo e ingenuo placer del iconoclasta que combate orgullosamente pensándose anómalo, ignorante de lo sistemático, necesario y titiritesco de su ilusoria –y, pensó, en su caso, módica- rebeldía.
Los proyectiles acometían su carne cada vez más espaciadamente. Pero en ellos parecía concentrarse toda la luz de la primera descarga. Apuntaban al punto débil donde confluyen los tiempos y se hacen Uno y no existen.
Finalmente, el tiro de gracia.
Una sonrisa extasiada, efímera armonía y eterna oscuridad.

Momentos en que una prefiere que le hablen (a una) en chino mandarín

(Aclaración: si bien el presente texto está dirigido al público femenino, los hombres podrán sentirse, de algún modo, identificados con lo que intenta expresar el mismo.)







Esperás la respuesta pacientemente, ansiosamente. De pronto, las palabras proferidas no son las que esperabas con el té y las masitas, o con el babydoll rojo y de satén. Todas y cada una de ellas te dan puntapiés por todos lados, pero sobre todo en la cabeza, ya en la cara, ya en lo tímpanos. Una vez que estás lo suficiente malherida, ellas te levantan del suelo despacio y te arrojan al tacho de basura para contribuir con la limpieza de la ciudad (o con la de tu casa). Vos, dentro del receptáculo, con el cuerpo y las masitas deshechas y el té derramado sobre el babydoll, mientras escupís dientes y sangre, te preguntás si ese colirio guardado en la heladera, o si esos cotonetes de buena marca guardados en el botiquín servirán para sacarte de encima esa cosa molesta en que suele convertirse la verdad.

para comenzar a dar rienda suelta a la "lit"...


Un poemita.

Necesidad
necedad de sí
si resuelve en do,
en do mayor,
pero no resuelve
su necedad
necesidad de
caer siempre
en do.


y tambien... un llamado al diálogo. al diálogo literario.
que se quite las armas y se calce los guantes.
que sea golpe a golpe y verso a verso
que se calce las otras armas, las secretas:

Las tragicomedias se estrenan todos los días, y aunque la siembra sea constante, la cosecha es un hecho aislado realizado por un personaje en concreto entre los muchos posibles. Tal vez el único punto en común entre todos ellos es el saber que nunca se sale ileso de un otoño.

El fruto obtenido depende del decorado ocasional y, no en menor medida, de los espectadores. (la obra de arte es valorada por la recepción, la interpretación que se pueda hacer de ella).

El ámbito, llámese teatro, plaza publica o vida "real" es, a diferencia de lo que se puede llegar a creer, indistinto, no influye significativamente al momento de recoger la siembra. El decorado solo sirve para que el receptor (intencionado o no) tenga una vaga idea de lo que está presenciando, y encuentre algunas premisas de lectura.

El punto clave a tener en cuenta es el clima.
Un ambiente árido (tu nombre se parece a la aridez. Fonéticamente, aunque...) generará disconformidad, ira.
Un ambiente frío, dará por resultado una inestable angustia con tintes de melancolía.
La mezcla de frentes puede desencadenar diversas vicisitudes. Incalculables, inevitablemente destructivas.

Aunque ya no pienso exactamente eso. (pero quedo lindo y no lo quería abandonar)